40 días y otras tantas noches


40 días han pasado desde que los españoles fuimos llamados a las urnas. 40 días tras cuatro años en los que han pasado muchas cosas, la gran mayoría ampliamente conocidas.

Una legislatura en la que la palabra corrupción se ha grabado profundamente junto a la palabra politica. El esbozo ya estaba hecho desde hacía mucho tiempo (con susurros, sospechas y muchas certezas) pero en estos cuatro años hemos conocido casos que nos han hecho cuestionarnos que quizás la crisis no hubiera sido tan profunda si algunos se hubieran contentado con su sueldo y el resto de prebendas, tanto de un lado como de otro. Que aquí no se salva ni el Tato.

No voy a perder el tiempo en enumerar los casos, ya los conocen.

Pero sí en dar las gracias a la Justicia anónima y a los que trabajan con y para ella, que, mermados en recursos, con herramientas obsoletas y muchas zancadillas, intentan hacer su trabajo en la gran mayoría de los casos.

Hoy, con la sentencia sobre el juicio de la hermana del Rey, hemos tenido una gran prueba de ello y una inmejorable ocasión para volver a felicitarlos.

40 días, decía, desde que los españoles ejercimos nuestro derecho a voto. Y estoy seguro de que la gran mayoría fuimos a las urnas con la esperanza o el deseo de que era el momento de ponerse de acuerdo y arreglar muchas cosas, de pactar, de llegar a acuerdos y de hacer nuestra democracia treinteañera un poco más justa, más limpia, con luz y taquígrafos, creo que se dice.

Y resulta que seguimos en la misma historia de siempre.

La España de los bandos, del conmigo o contra mí. Que la regeneración, el tender la mano, el olvidar y el perdonar, se olvidaron justo cuando los votos empezaron a contarse.

Ninguno está a la altura.

Que TODOS los partidos y sus principales dirigentes (salvo honrosas excepciones) están demostrando muy poca cintura democrática, unos como dinosaurios que temen la extinción (o la renovación) pero que como son los más grandes, llevan mucho tiempo por aquí y tienen colmillos, pues apabullan con su tamaño y fiereza; otros sobreexcitados, cerrados en la sinrazón del que cree que tiene la razón absoluta y utilizando las instituciones de una manera que quizás a ojos de una gran mayoría no es la más correcta. Los de más allá, preocupados por su cuota de poder, por seguir siendo visibles e importantes, salvados de la guillotina de las urnas por los pelos, juegan sus cartas como tahúres borrachos, mientras en su casa todos protestan y dicen blanco mientras que los otros dicen negro.

Se utilizan herramientas mezquinas y deleznables, cuando hablan de “regeneración” y de “nueva transición” mientras por el otro lado se atiza con la antorcha del miedo y se dejan libres a los perros de la guerra. Ya saben de quién hablo… o quizás la cosa no está tan clara, porque aunque unos están más arriba y otros más abajo, y sé que me repito, ninguno está a la altura.

Y no podemos cerrarnos a la sinrazón, de que este hizo esto o el otro hizo aquello. Nos necesitamos todos. Cumpliendo las leyes y pensando en lo mejor para toda la sociedad, en este país que podrá ser mejor o peor, pero es el que tenemos. Mas alma y menos corazón, que el scattergories es de todos.

Y aunque las últimas noticias sobre corrupción nos hagan hervir la sangre, respiremos tranquilamente, contemos hasta tres y pensemos en el bien común. No en el mío ni el tuyo, en el bien de TODOS. Dialogo, que creo que tampoco es tan difícil.

Si hace 30 años nos pusimos de acuerdo, ¿por qué no podemos hacerlo ahora?

DULCE NAVIDAD


Y yo que me esperaba unas plácidas vacaciones de Navidad, tras los intensos meses de campaña y la vorágine de las elecciones.

Pero resulta que no. Que las navidades se han visto salpicadas por el stress y la confrontación que ha dominado nuestro país desde que aprendimos que era la prima de riesgo.

Y es que era el último reducto virgen, con unas directrices muy sencillas y que todo el mundo tenía a estas alturas más o menos dominadas. Al menos los que pasamos de los 40 y que poseemos diversas cicatrices de las fiestas pasadas: marcas de cuchillos jamoneros, de épicas resacas, de pisotones en los grandes almacenes o de cardenales provocados por un díscolo corcho de cava.

Y el resto se dejaba llevar, intentado adivinar si eran de los que les gusta la navidad o de los que se las pasará refunfuñando (entre los que me incluyo). Y no es que estuvieran exentas de stress o de enfrentamiento. Pero el “espíritu de la navidad” podía con todo.
Era tiempo de pasar frío, de comilonas con la gente del trabajo y con la familia, de mandar postales a los que están fuera, de estrujarse la mollera para decidir el regalo y de esquilmar la paga extra comprándolo. De pasarse con el alcohol. De dar un paseo admirando o criticando la iluminación del centro de tu ciudad. De comer turrón. De los niños de San Idelfonso. De ver películas clásicas que solo quieres ver en esta época. De tomar una copa con los amigos que no ves el resto del año. De criticar el discurso del Rey. De tomarse 12 uvas y meter tu alianza en el fondo de una copa para brindar.

De tantas y tantas cosas que llevamos años mamando. De las tradiciones de cada uno.

Y que conste que estamos abiertos a innovaciones, sino vean los wassaps que se han mandado en esta época navideña. O sea que abrazamos la modernidad sin problemas. Que para eso somos marca España 2.0 y estamos en Europa.

Y aunque hubo algunos indicios, señales aparecidas en el cielo, pasaron inadvertidas para los grandes gurús de la información. Y casi, casi, la navidad transcurrió plácidamente como cualquier otra, sin grandes cambios.

Pero llegó la cabalgata de reyes… y se lió bien liada. Rios de tinta, oceanos de tweets y torrentes de wassaps amenazaron con ahogarnos. Y que conste que pienso que la Navidad es algo más que una tradición cristiana. Es personal e intransferible para cada ser humano.

Y la verdad es que con la de problemas que hay que solventar, con todo lo que se nos avecina y lo ya pasado, crispar el ambiente por estas cuestiones, me parece más de lo mismo. Tanto hablar de que hay que sentarse a hablar, llegar a acuerdos, estar unidos… Y a las primeras de cambio, volvemos a los bandos. Al conmigo o contra mi.

A saltar a degüello y sin pensar, deslizando velozmente los dedos sobre la pantalla táctil emitiendo sentencias sin ningún tipo de filtro.

A soltar barbaridades por la boca, sin pensar en que quizás a los niños, los verdaderos protagonistas, les importa un bledo la pinta de los reyes magos o que no haya camellos, o que el rey Melchor haya mandado a una emisaria, ya que su imaginación es poderosa y mágica. Y quieren caramelos y regalos, y ver un desfile especial.

Dejemos que utilicen sus ojos para ver el mundo y que no carguen con nuestra miopía.

Que no vuelva a ocurrir… jamás.


CUANDO ÉRAMOS FELICES (PARTE 2)


Y estábamos en 2015. Un año que nos trae unas elecciones con sabor a mantecados y anís. Donde los nuevos partidos (aunque parece que llevan siglos con nosotros, ¿no tienen ustedes esa impresión?) intentarán hundir el barco del bipartidismo. O quizás solamente lo tomen al abordaje… o al final puede ser que simplemente tomen un pasaje.

Y es que lo pasado ha dejado una profunda herida en toda la sociedad que tardará años en curarse. Derechos perdidos que quizás nunca se recuperen. Una transformación tan brutal, que simplemente no hemos llegado a asimilar. La fe en los grandes poderes del estado está rota y mancillada, al menos de los que hemos nacido en democracia o junto a ella.

Políticos, agentes sociales, empresarios, sindicatos… nadie cree ya en ellos, la rueda sigue girando pero la sensación de derrota, de que nos han tomado el pelo, es grande. De que se han utilizado las instituciones de todos de una manera “ruíz y mezquina”. De que la gente decente está lejos de los círculos de poder. De que todo el que entra en el juego es porque está pringado. De que es mejor no cortar las ramas vaya a que el árbol se pudra… o a lo mejor es que los nidos de unos pocos están bien cargados de huevos.

Todo suena ya a manido, a cosas mil veces repetidas, a un mantra budista emitido con letanía y repetición. Transparencia, regeneración democrática… Palabras, que al igual que la definición “emprendedor” o “marca España” han desvirtuado, por no decir violado, dejando carente de significado y tiradas en una cuneta. Y llueve y hace frío… al menos para algunos.

El miedo se ha usado como arma arrojadiza, agitando la antorcha. Aunque muchas veces lo que salen ardiendo son las cortinas, tengan cuidado. Y entonces hay que llamar a los bomberos.

Es mejor coger una llamita, llamémosla esperanza y, alimentarla, con paciencia y tesón, consiguiendo finalmente que esa llama nos ilumine y nos caliente a todos.

Y obviamente, no se puede generalizar. Mucha gente lucha contra corriente, poniendo horas e incluso dinero de su propio bolsillo para intentar enmendar todo el mal hecho o al menos aportar su granito de arena. Entre las grietas del sistema y haciendo que cada día haya una razón para sonreir.

Porque todos somos necesarios y nadie es prescindible. Entre todos hemos creado una sociedad con defectos y oscuridad, pero también llena de grandes cosas y gente buena. Creamos en ella, creamos en nosotros y afrontemos el futuro con la esperanza que a veces nos ha faltado.

Mañana estaremos un día más cerca de la primavera.

TOÑOLEAKS


En estado de schock, me hallo. De tal calibre ha sido el soponcio que hasta el tema de las elecciones se ha evaporado de mis teclas. Por el momento.

Permítanme que exponga algunos antecedentes.

Belén Esteban, la princesa del pueblo, la mujer conocida por tocarle la chorra a un torero y germinar su semilla, apareció hace algunos años con su agente, Toño Sanchís. Ni idea de dónde había surgido el tal Toño, de forma súbita e inexplicable, ya que a la princesa jamás se le había conocido agente o sucedáneo. O al menos nunca lo habíamos visto delante de las cámaras.

Toño, además de su agente, era su hermano no de sangre, su compadre, su paño de lágrimas, su sostén, la columna griega sobre la que la princesa se apoyaba, ya que los vaivenes que da la vida en su caso eran potentes y continuados. Nada de lo que quejarse, ya que la sobreexposición mediática era acompañada de un aumento progresivo en la cuenta corriente de la Esteban… o eso pensábamos.

Pero me adelanto…

La Esteban, tras múltiples vicisitudes contadas en anteriores episodios, narraba su vida en el programa “Sálvame” y en la pantalla amiga: caída y resurgimiento provocado por sustancias indeterminadas, de vacaciones en Benidorm, anunciando sartenes, en un libro que narraba sus vicisitudes, bailando en un programa de baile, participando en Gran Hermano VIP, peleando con otros personajes de este interminable vodevil… y allí, en la sombra alumbrada estaba Toño, su mega-agente, su parapeto, su muleta, que la exponía o protegía según de donde viniera el cheque.

Y que gracias a su primera representada, se había hecho con una cartera de clientes surgidos de los infiernos televisivos de Telecinco que le reportaban pingües beneficios. Si una jovencita de Gran Hermano movía su trasero en un discoteca, Toño hacía caja. Si la exconcejala de los Yémenes, Olvido Hormigos, se tiraba de los pelos frente a las cámaras, Toño hacía caja.

Y entonces y de súbita forma, nos enteramos que Toño Sanchís ni parapeto, ni sostén, ni muleta. Más bien lo contrario. El agente de las estrellas fué arrojado a los infiernos directamente, sin trasbordo y a la velocidad de la luz. Ni las monedas a Caronte, vamos.

Resulta, me cuenta mi madre, ya que yo esos programas no los veo ni cercano al coma etílico, que la Esteban, aconsejada por su maromo, el de la ambulancia, y por su familia, que había visto cosas raras, decide hacer una auditoría y dejar sus “cosas de papeles” en manos de otros gestores. Agarra la calculadora, nene, y la libreta de cuadritos.

Y como los números no engañan y dos más dos son cuatro y Toño se llevaba dos, resulta que se han extraviado casi un millón y medio de euros. Incluso más, dicen las malas lenguas. Que se lo ha llevado puesto, vamos. Que presuntamente el desvío de fondos era del caudal del Amazonas. Una muestra, el señor Sanchís cobraba un 30% a la Esteban, pero en el contrato que firmaron al inicio de su relación laboral, firmado por ambas partes, aparece un 20%.

Y nos enteramos que los nuevos gestores de la Esteban llevan desde agosto pidiendo papeles (que yo supongo que sería septiembre, porque en agosto lo que es los papeles, se mueven poco, pero eso son ya conjeturas mías) y el tal Toño no los encuentra, o los papeles se han traspapelado.

O simplemente el señor Sanchís prefiere no entregarlos y seguir mareando a la perdiz.

Y como toda transacción deja rastro y donde hay empleado hubo empleador, los gestores de la Esteban se han preocupado en llamar a los susodichos y comprobar si esto estaba pagado o se debía algo. Y encima, aparece Hacienda en la broma. Agárrense los machos.

Y para liar más las cosas, este viernes, mientras en telecinco se preparaban para llenar todo el viernes noche con un “Destripando a Toño Sanchís”, va el agente y se intoxica con medicamentos y una cena ligera. Y acaba en urgencias. Aunque comentan que presuntamente la cosa se exageró una “miaja”. Para dar lástima y tal…

Imagínense el panorama, todos con los cuchillos afilados y preparados para empezar a cortar el jamón, y se enteran de la noticia… Le dieron candela, pero no fue lo mismo, cosas de la “ética” de rematar a un animal ya malherido.

Y así están las cosas. Toño buscando papeles y dinero hasta debajo de las piedras, la Esteban pidiendo dinero y sus papeles. Y los “colaboradores/periodistas” tirando de móvil y de “fuentes” para que las noticias lleguen al público siempre ávido de conocer la verdad y los hechos.

Ya saben, el periodismo es asi.

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CUANDO ÉRAMOS FELICES (PARTE 1)


Hubo un tiempo en que eramos felices…

España era un país competitivo, la gente ganaba dinero y gastaba dinero. La sanidad funcionaba muy bien. Nuestros mayores cobraban sus pensiones regularmente. Los funcionarios y los autónomos tiraban del país, alimentando gran parte del caudal del consumo. Las grandes empresas ganaban lo de siempre y un poquito más. Aún no sabíamos lo que era una burbuja inmobiliaria a pesar de las voces que proclamaban su existencia. Era un cosa de Expediente X.

Los peones de las obras cobraban 1500 euros, gracias a unas horas extras muy bien remuneradas. Y casi sin estudios, con un simple EGB. Un gruista de 3000 euros hacia arriba. Cobrar 1000 euros era lo habitual. El mileurista… ¿os acordáis?

Entonces la burbuja fue descubierta y, junto a ella, la prima de riesgo. Los bancos cerraron el grifo. El motor inmobiliario gripó y la pieza venía de Alemania. Se negó la crisis, los brotes verdes, el Plan E, más gasto para intentar mantener el estado del bienestar, más deficit…

Nos encontramos con una deuda mayor del 90% del PIB pero nadie se dio cuenta. Las familias se endeudan sin medida ni mesura. Pero nadie dice nada. Tasamos la casa más cara y os pagáis el coche. Si, algún iluminado alzó la voz. Pobrecito, será que no tiene casa en la playa.

Y sin que nadie se entere, estamos al borde del rescate financiero. Al final, no fue rescate, solo hubo que pedir un… un… rescate para los bancos. Mi libro de sinónimos no funciona bien hoy.

Y llegaron los recortes. Sanidad, Educación, Dependencia… En el gobierno central, en las Comunidades, en los Ayuntamientos y las Diputaciones. Las cajas están vacías. No hay “cash”… ¿Y nadie se dio cuenta?

Y nos enteramos de que mientras miles de trabajadores se quedaban en la calle y veían como toda su vida se iba por el desagüe, había algunos que se habían forrado. Los cursos de formación de Andalucía, las tarjetas Black de Caja Madrid junto a las preferentes (2 por 1, la oferta de las cajas de ahorros), el caso Gurtel, el caso Palau, el tres por ciento, el bigotes, el Correa, Urdangarín y la infanta. Sin olvidarnos del “se fuerte” de Mariano.

Pero claro, manzanas podridas hay en todos lados. La corrupción es cosa de la sociedad. ¿Quién no ha pagado la reparación de su coche sin factura? ¿Quién no ha cobrado en negro? Arrepentíos, pecadores, que la culpa también es vuestra. Pero el dinero de todos se lo gastaban ellos. Vivan los volquetes de putas y los trajes para el señor presidente. Y las obras de las sedes pagadas en negro.

Y no se salva nadie. Todos los partidos sin excepción, empresarios y grandes empresas, los sindicatos, los agentes sociales. Todos hastiados y henchidos de corrupción, orquestando las leyes y jueces para que se pasara de puntillas por esos delitos.

Cerrando acuerdos oscuros con un apretón de manos y un puro. En los mejores restaurantes de la ciudad o en cómodos despachos decorados con dinero público. Frente a un chuletón de buey con la mirada cómplice de las vacías botellas del mejor Rioja.

Y el que se atreviera a denunciar la corrupción de algún ayuntamiento o diputación, era apartado, denostado, denunciado… vamos, que le jodían la vida. Y si se podía tapar antes de que la cosa estallara, mucho mejor. Ráscame tu que ya te rascaré yo.

Y ahora llegamos a 2015… [Continuará]

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UNA APP MUY RARA


Creo que fue más o menos por 1930 cuando Ferdinand Porsche creó la Ing hcF Porsche Gmbh. Quería crear un coche pequeño y barato. Después de unos años bastantes inciertos, llegó el proyecto del Escarabajo y gracias a la ayuda de Adolf Hitler y de la alemania nazi la empresa consiguió sobrevivir a la guerra y convertirse, hoy en día, en una de las grandes empresas automovilísticas europeas con miles de coches vendidos, un puñado de fábricas, miles de trabajadores y un montón de cifras más.

Lo de Hitler y tal está en la historia de la compañía, no vayamos a pensar cosas raras y sigamos.

Sin olvidar, entre los miles, puñados y montones, una buen fajo de ganancias a repartir entre los accionistas.

Y entonces en 2013, llega el profesor Thompson, de la universidad de Virginia, y de la mano de la organización no gubernamental el “Internacional Council of Clean Transportation” realiza unas pruebas a varios coches de la compañía y descubre que las emisiones de gases contaminantes de los motores diésel no eran iguales que los suministrados por la compañía. Que con esos datos, el coche contaminaba un montón.

El profesor, extrañado, revisó los datos varias veces. Y le dijo al becario que volviera a poner el tubo de gases y que le diera caña al motor, que había que hacer otras mediciones. Y los resultados fueron los mismos. El coche contaminaba un montón y medio.

Y así nos enteramos que los genios de la Volkswagen habían colocado un programa bastante marrullero, que provocaba que cuando el coche estaba siendo inspeccionado rebajara sus emisiones de CO2. Os han pillado, colegas.

Y el resto de competidores de la industria a frotarse las manos, ya que la empresa alemana vendía un montón de coches, y encima se había caracterizado por anunciarse como una empresa limpia y responsable, muerte al efecto invernadero, vuestros coches ensucian y los nuestros no.

Y el director general dimite, la empresa pide perdón y prepara una buena hucha (un cerdito bien hermoso) para las indemnizaciones, demandas y demás marrones que están por venir.

Y mientras los inversores tuercen el gesto, a las personas que trabajan (o dependen indirectamente de la empresa) se les hace un inmenso vacío en el estómago, ya que por todo este escándalo, la compañía dice que va a recortar inversiones y va a despedir a una montaña de empleados.

Y todo porque en una reunión se decidió poner un programita para ahorrar costes… porque el coche perdía potencia al hacerlo más ecológico.
Y pasó todos los test y revisiones de todos los países donde se vendía. Y era el coche del año, y los países daban subvenciones para que la maquinaria siguiera rodando, los coches vendiéndose y los fajos repartiéndose.

¿Y nadie se dió cuenta del dichoso programita?

QUINTO LEVANTA.


El problema que tenemos con Cataluña será difícil o casi imposible de solucionar con los protagonistas que nos han tocado en este marrón. Y porque aquí cada uno va a lo suyo, dos trenes cargados de TNT que se dirigen el uno contra el otro a toda velocidad y con los vagones repletos de ciudadanos/rehenes.
Y creo que ninguno de los maquinistas piensa lanzarse del tren en el último momento. O dar un volantazo para esquivar al contrario (es una maniobra complicada cuando manejamos un tren, pensándolo bien).

Un problema que pudo ser resuelto en 2006 por el “Estatut”, no a gusto de todos, pero si con algún refunfuño y aparcando el tema por unos pocos de años. Negociando el tema, sentados a una mesa, cediendo un poquito de aqui y un poquito de allá. Que el principal problema era el reparto de la tarta de euros, estamos todos de acuerdo. Que el concepto de nación, la defensa del idioma eran meros accesorios, como los cinturones en los hombres. El problema era la viruta. Y que posiblemente detrás de Cataluña llegarían otras comunidades pidiendo lo mismo. Pues perfecto, haces números, te sientas y se negocia.
Pero llegó el Tribunal Constitucional. Que a lo mejor, pues hasta tenía razón, que sé yo. Y tras esto, lo suyo hubiera sido volver a sentarse y a seguir negociando, porque tampoco creo que los magistrados del constitucional dijeran que todo lo avanzado se tenía que tirar a la basura.

Y llegó la crisis… y, claro, ya no había pasta ni para el Tato. Bueno, pues el Tato que se joda, pero la tajada tiene que seguir llegando y la rueda tiene que seguir rodando.
Y resulta que los ciudadanos, hasta los cojones ya de recortes, de paro, de mayorías absolutas, dicen que esto se ha acabado, y algunos de ellos hasta se atreven a denunciar. A sus jefes, a los políticos, y a los que ponen los millones encima de la mesa. Los corruptos y los corruptores. Y la inmensa manta de camuflaje comienza a estremecerse… quizás mas lentamente de lo que nos gustaría… pero se estremece.
Y nos enteramos del tres por ciento, de los sobres con siglas, de las bolsas de basura del tio del bigote, de los cursos que no eran cursos y de toda su puñetera familia. Y resulta que no es que hubiera un leve tufo… es que la mierda nos llegaba hasta la cintura.

Y cuando la justicia, politizada hasta la médula, comienza a hacer su trabajo con las herramientas que tiene, pues uno se envuelve en una bandera dispuesto a liarla y el otro manda wassaps, se fuerte y tal… ¿Y estos son los que tienen que arreglar el problema?

Pues aviados estamos…